Si bien mientras mayor es el estrato social al que pertenece la población, mayores son los años de estudio promedio que tienen los integrantes de su hogar, incluso en la denominada clase alta, a la que sólo pertenece el 0.8% de la población, su formación promedio se encuentra por debajo de los estudios profesionales concluidos, destaca el informe ’Cuantificando la clase media en México’ elaborado por el Inegi.
Mito 1. Una mejor formación otorga un mejor futuro
A pesar de que la clase alta cuenta con mayores facilidades para concluir sus estudios profesionales dado que la acumulación de capital predomina en los hogares donde mayor disposición previa hay del mismo -a causa de la movilidad social-, la formación promedio de sus integrantes adultos alcanza apenas los 15.2 años de estudio, esto es, el equivalente al 4to semestre de la carrera.
En general, en todas las clases sociales existen individuos que tienen formación básica incompleta así como aquellos que cuentan con posgrados, por lo que los estudios académicos no parecen ser la variable clave que los ubique en uno u otro estrato -como sí lo es la clase social donde se formen las personas-.
Dejemos en claro lo anterior con un ejemplo más específico.
No existe una entidad en el país donde por el hecho de ser profesionista se tenga siquiera la garantía de estar en la clase media, de hecho, el ingreso promedio de los profesionales en la mitad del país es inferior a la renta promedio de un hogar de clase baja en zonas urbanas, como demuestran los datos del observatorio laboral.
Mito 2. Es mejor tener un negocio propio para garantizar un mejor futuro
Por generaciones se ha dicho que es mejor emprender y tener un negocio propio que ser empleado de alguna entidad. Si bien existe cierto romanticismo sobre este rubro, alentado por los casos de éxito que se exponen -ocultando aquellos otros donde se muestran los fracasos-, los datos del Inegi muestran correlaciones con un panorama muy distinto, sin olvidar que el mismo emprendimiento también se sujeta a la acumulación previa de capital de la que dispongan los individuos -algunos se pueden dar el lujo de fracasar más veces que otros hasta hallar la fórmula adecuada para su negocio-.
Del mismo estudio citado aunque en este caso para el desagregado de indicadores correspondientes al ENIGH 2010, se observa que hay correlaciones interesantes en los asalariados según su estrato social.
Por ejemplo, a mayor estrato social, mayor participación de sus integrantes en las actividades gubernamentales; en contraparte, a mayor estrato, existe una menor participación en negocios independientes, personales o familiares.
Si bien también existen otras correlaciones entre el estrato y la participación en la IP o en las ONGs que cumplirían con una “regla”, son más débiles que las anteriores.
De lo anterior se puede concluir que 1. Siempre será mejor provenir de un estrato social alto, porque será más fácil permanecer en el mismo pese a las circunstancias, que ascender de uno más bajo pese a los talentos y al mismo esfuerzo; lastimosamente, este punto no se trata de una elección.
2. Siempre será mejor desarrollar las capacidades con las herramientas a las que se tenga acceso si la meta es aspirar a un mejor ingreso, haciendo énfasis en que ello no es sinónimo del mero desarrollo de las capacidades profesionales, que muchas veces se basan en cualidades académicas y de investigación que no necesariamente compaginan con las aptitudes y capacidades laborales.
3. Previo al emprendimiento debe considerarse la acumulación previa de capital como un factor de resiliencia para así minimizar los estragos de un posible fracaso hasta que se encuentre la fórmula adecuada del éxito financiero.
4. Recordar que si bien el estrato social en el que haya nacido una persona -¡y hasta su color de piel!- son condicionantes que dificultan la movilidad social, no se trata de una regla; de vez en cuando, en casos excepcionales, las experiencias tortuosas se convierten en historias de éxito que sirven además para inspirar a otros.