La Hoguera
Emmanuel Ameth
La línea editorial, es decir, la perspectiva con la que un medio difunde una noticia, es muy respetable y obedece a la comunicación que tienen con su audiencia. Difundir fake news por un tema de agendas y hasta descalificar ejercicios científicos es un extremo al que han recurrido manipuladores que no merecen un espacio, condición que no sólo se da en la noticia sino de la que se abusa en la columna.
Porque así como existen periodistas que se han ganado un espacio en medios, existen impostores que se creen periodistas -y hasta analistas- sólo porque un medio les otorgó un espacio.
El ejemplo claro de lo anterior fueron las opiniones vertidas sobre los estudios de intención de voto para la renovación del Ejecutivo en los estados de México y de Coahuila. Pues pese a que todas y cada una de las encuestas (serias), siempre pronosticaron como ganadores a Delfina Gómez y a Manolo Jiménez durante el proceso electoral, no faltaron quienes las desestimaron, por simple percepción y sin argumento científico válido, simplemente porque no se amoldó a sus agendas.
José Luis Camacho Acevedo, quien colabora en El Economista como director de la sección Política, además de una treintena de sitios que le replican, se atrevió a escribir que “En esta etapa preelectoral que vive México, mi confianza en las encuestas ha disminuido significativamente”. Incluso remató “Casi ya no creo en las encuestas electorales”.
Mario Maldonado de El Universal escribió que “La elección del Estado de México va a ser mucho más cerrada de lo que las encuestas públicas sugieren”. Inventándose una fuente, o bien, siendo chamaqueado por aquellos que sabían que no la corroboraría, también escribió: “Los números recabados por una encuestadora, y luego procesados por el CNI cada semana, exponen un empate técnico entre la candidata de Morena, Delfina Gómez, y la de la coalición Va por México, Alejandra del Moral”.
Adriana Moreno de Contraréplica fue más tradicional en la forma en la que se quieren minimizar las encuestas. Con frases como “La práctica electoral dicta que la verdadera encuesta será el próximo 4 de junio” y de “Se puede advertir que tendremos jornadas electorales tensas e intensas… hacia dónde se dirigirá el voto de los indecisos, es decir, de aquellos que todavía hoy, no han decidido por qué candidata o candidato inclinarse”.
Héctor Aguilar Carmín en Milenio, dudaba de las encuestas con frases como “¿De dónde sale la idea de que Morena y sus aliados están ahora 15 y hasta 20 puntos arriba? De las encuestas”, agregando, como remate “Pero las encuestas no votan”.
Carlos Zúñiga de El Heraldo no se quedó atrás en cuanto al nado sincronizado para desestimar encuestas sin argumento estadístico alguno, pues narró que “… la campaña de Del Moral tomó un segundo aire, tanto así que hoy hablan de que “ya alcanzaron” a la morenista”. Al menos en su caso, precisó que se trataba de la percepción del equipo de Del Moral, agregando que “Todavía no es un empate técnico, pero sus encuestas hablan de que la diferencia en las preferencias se redujo a una cifra de un dígito”.
Como los ejemplificados, hubo decenas de columnistas con la misma línea editorial, aparentemente analistas políticos, con la característica de tener espacios privilegiados en medios, una agenda que quisieron imponer a la realidad, y también, un nula formación estadística que les permitiera cuestionar, con bases, los resultados de las encuestas que criticaron.
ATIZOS
Tanto los indecisos como aquellos que manifiestan en una encuesta que no van a votar, guardan una intención de voto muy similar -cuasi igual- a aquellos que sí expresaron su preferencia. Es por ello que la preferencia efectiva en la presentación de resultados otorga un mejor entendimiento respecto la preferencia bruta cuando se realiza uno de estos estudios.
Se puede dudar de las encuestas, de manera individual, haciendo un análisis de su metodología y de su historial en cuanto a la precisión de sus predicciones, siempre que así lo justifique la evidencia. Para conseguir implantar la duda sobre alguna sin embargo, el análisis debe ser técnico o por lo menos, ejemplificar sus fallos anteriores.
Un agregado de encuestas sin embargo, realiza una regresión sobre un gran número de ellas, refleja cambios en las proyecciones a través del tiempo y otorga un distinto peso según la precisión de sus estudios previos, esto es, que consiste en el método más fiable para predecir resultados mediante un método científico. Desde 2018, en cada elección, ha habido agregados de encuestas por parte de casas como Oraculus, El País, Polls.mx y Cripeso. No conocerlas ni conocer su metodología no es algo que se pueda permitir un “analista político”.
Por cierto, mientras más personas participan en una elección, más se parecerá el resultado al proyectado por las agregadoras de encuestas; solamente cuando la participación es muy baja, las estructuras son determinantes para cambiar la intención de voto, lo cual es justo lo contrario a lo que aseguraba la Derecha con la derrota de Del Moral.
En efecto, las encuestas no votan, pero sí que reflejan, como agregado, las preferencias en intención de voto, condición en la que poco o nada influyen las plumas que observan una realidad ajena o bien, aquellas que quieren influir para cambiar los resultados.
Ocupar un espacio para intentar sembrar dudas sobre las encuestas, sin el menor conocimiento sobre estas -y por supuesto sin justificación técnica alguna-, va más allá de una línea editorial o de una “opinión”: se trata de la simple y llana difusión de fake news por tema de agenda, o bien, de mera ignorancia… y ninguna de las dos opciones deja bien parados a los opinólogos.