Irma Balderas
Después del primero de julio de 2018, o aún desde antes, en México se incuba un nuevo estilo de desarrollo. Es de vital importancia para cualquier proyecto nacional que pretenda retomar la senda del desarrollo a partir de una nueva configuración estructural de la economía, que el ente rector, es decir, el Estado, y, particularmente, quien está al frente, identifique los actores económicos, sociales y políticos con los cuales cuenta.
En el mismo nivel de importancia está el identificar los sectores económicos o recursos estratégicos que sirvan como motor de este nuevo modelo de desarrollo, así como definir áreas de desarrollo prioritario que prueben una capacidad de arrastre para una mayor integración industrial.
Los Estados de los países del grupo de los llamados desarrollados tienen claridad en cuanto a los sectores y áreas económicas estratégicas tanto para posicionarlos en los mercados internacionales como para tomar como palancas para desplegar sectores productivos menos competitivos.
Es así que economías como la alemana cuenta con una industria automotriz altamente desarrollada, producción de maquinaria y equipo pesado, así como de productos electrodomésticos y una fuerte inversión en desarrollo e investigación ligadas al adelanto de estas ramas productivas, sustentado por una fuerte formación de capital humano, incluso importa petróleo crudo y exporta refinados de petróleo. Francia es una de las economías punteras en la fabricación de aviones, helicópteros y sus componentes, así como de automotores y medicamentos, también importa petróleo crudo y exporta refinados del mismo. Corea del Sur ha destacado por el desarrollo de su industria ligada a la electrónica, en la producción de maquinaria y equipo, y automotores; el diez por ciento de sus importaciones se deben a la adquisición de petróleo crudo y tiene una capacidad interna de refinación al grado que alrededor del 4 % de sus exportaciones responden por refinados del petróleo; de ser un país que en la década de los años 70 del Siglo Veinte tenía un PIB per cápita similar en ese entonces al mexicano, hoy las diferencias de éste son de más de tres veces sobre el de México, esto es, 33,270 dólares y 9,879 dólares, respectivamente, según datos del Fondo Monetario Internacional para 2018.
México tiene como principal sector estratégico a la explotación y procesamiento del petróleo. Mientras los países arriba mencionados tienen una fuerte intervención estatal no sólo en sus sistemas normativos sino en cuanto a participación en el capital de las empresas y la protección de sus mercados, en México el sector petrolero se ha desestatizado echando por la borda su potencial como un motor de desarrollo en sí mismo y como una palanca para el despegue o fortalecimiento de otras ramas económicas que permitirían incrementar la competitividad económica como país, con mayores posibilidades de crecimiento del Producto Interno Bruto y su traducción en un nuevo estilo o patrón de desarrollo que supere la destrucción que realizó el neoliberalismos de casi todas las ramas productivas.
El potencial de México al explotar su recurso petrolero se advierte al examinar su posición en la producción petrolera mundial. En 2016, PEMEX figuró entre las diez primeras empresas petroleras del mundo, ocupando el honroso noveno lugar con una producción de 3.6 millones de barriles de petróleo al día; el primer lugar lo ocupó la empresa estatal saudí Aramco, con una producción de 10 millones de barriles al día.
Mientras Arabia Saudita, Rusia, Irán, China y Kuwait mantienen el monopolio petrolero bajo propiedad estatal, México, hasta el año 2018, había renunciado a las potencialidades que tiene PEMEX para retomar el crecimiento económico y redirigirlo hacia el tan ansiado desarrollo nacional, no por la clase tecno-política pero sí por el pueblo de México.
