La Hoguera

Negando a la familia, pero sólo cuando conviene

Negando a la familia, pero sólo cuando conviene


Periodismo
Enero 14, 2025 06:35 hrs.
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Emmanuel Ameth › Emmanuel Ameth Noticias

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Luego de que ’Jorge Montejo’ y/o Julio Gálvez, mediante El Nuevo Gráfico, señalara que todo contrato de publicidad celebrado con una institución pública comprometía su línea editorial, EANoticias demostró que El Nuevo Gráfico, desde hace décadas y por 3 generaciones, ha vivido del erario, pues de hecho, esa fue la finalidad de su pasquín, misma que ha cumplido con creces.

Se mordió pues, la lengua, y encima confesó de su propia pluma que al menos para su caso se trataría de ’chayote’ plano y llano.

También, este medio demostró el negocio familiar que representa el tener absoluto control sobre 3 patentes notariales, a saber, la No. 1 y No. 2 de Mixquiahuala, así como la 7 de Tulancingo; si no tienen otra, es porque el mismo Julio Gálvez fracasó en su intento por hacerse de una.

(Por cierto, el artículo puede leerse en esta liga )

Ya con el agua hasta el cuello, El Nuevo Gráfico publicó en su página -que no en sus redes-, una “aclaración” en la que Julio Gálvez, negó hasta tres veces a su familia con tal de salir del agujero en el que él mismo se metió.

El problema es que le salió mal.

Porque si niega a su familia, ¿cómo es que puede ostentar el nombre de “El Nuevo Gráfico”, mismo que Julio José Gálvez Méndez, su abuelo, ocupó desde su primer número? -y en el cual cromaba al primer priísta del país, Adolfo López Mateos, con exceso de zalamería-.

Si niega a su familia, ¿cómo es que puede presumir el mismo origen de su medio, con su mismo aniversario, si hace 66 años que se fundó, él aún no nacía?

Si niega a su familia, ¿cómo es que, cuando conviene, se presenta junto con sus tías a hacer entrevistas y actos de Relaciones Públicas como en la foto que se exhibió, publicada en “El Nuevo Gráfico de Hidalgo”, donde junto con ellas posa al lado de Fayad y de Laura Vargas?

Si niega a su familia, ¿cómo es que iba a acreditar los dos años de experiencia que requiere la Ley del Notariado del Estado de Hidalgo para concursar por una patente, si fue en esas mismas notarías, las de sus tías y primos, donde justificaba su estadía para obtener una, según la convocatoria emitida?

¿No se trata pues, de un “cuando me conviene son mi familia más cercana, y cuando no, simplemente los niego”?

Y agrego, ¿cómo negar el modus operandi de su núcleo familiar, si además de verse favorecidos durante décadas por convenios gubernamentales, de notarías, y de puestos en la función pública, siguen lucrando con una licencia de funcionamiento a nombre de una familiar cuyo deceso se dio hace 16 años y del cual no han cambiado de beneficiario pese a que así lo establece la ley?




ATIZOS
La mitomanía


Amante de la mitomanía y necesitado de una historia que embelleciera su migración desde Guatemala, Julio José platicó a sus nietos que era íntimo del Comandante Ernesto “Che” Guevara, quien después de haber conseguido la Revolución Cubana junto al movimiento del 26 de Julio, adquirió una fama cuasi mítica en la Ciudad de México, donde pasó un par de años.

Julio Gálvez, abuelo, comentó orgulloso a sus hijos y nietos que conoció al Che en su tierra natal e incluso a quien sería su primera esposa, la peruana Hilda Galea. Después, que pasaron noches de plática que no culminaron hasta altas horas de la madrugada e incluso que hubo una despedida, pues cuando zarpó la expedición del Granma , decidió hacer la revolución “a su manera”, a través de un diario, no siendo parte de los 82 que llegaron a Cuba.

La historia, narrada para niños inocentes, fue creída a pies juntillas pese a que no tuviera el más mínimo rasgo de credibilidad. La parte graciosa es que fue repetida -y tal vez creída-.

Porque el “Che” era generoso con sus amistades, más si eran íntimos. Recordó decenas de ellos por su nombre y a algunos los llamaba por su nacionalidad, como su gran amigo guatemalteco Julio, aunque de apellidos Cáceres Valle, apodado “El Patojo”.

Con el único personaje que sostuvo una plática que le llevara toda la noche fue Fidel Castro, de la cual terminaron “enamorados”. A nadie más se le permitió interrumpirlos, nadie tuvo esa relevancia.

Aunado a ello, ni en sus memorias ni en la de ninguno de los historiadores, aparece Julio José.

Si lo conoció desde Guatemala, luego se lo encontró en “El Tren de la Muerte” -también conocido como “La Bestia”- donde sostuvieron pláticas de horas -que luego repetirían con Fidel-, si posteriormente lo frecuentó como fotógrafo e incluso se despidió antes de la expedición libertadora, nadie, nadie escribió sobre ello, ni nadie en el círculo íntimo del guerrillero lo recordó siquiera de las clases a las que el médico asistía como oyente: no hay una sola mención, una sola foto… nada.

Y si eso no le dio a sus nietos ninguna pista de que era una mera historia engañabobos, debieron convencerse por las fechas: de 1954, del breve tiempo que El “Che” trabajó como fotógrafo, incluso recordó a quienes alguna ocasión le ofrecieron un pan -pagaba su cámara en abonos-; en 1955, luego de conocer a Fidel, comenzó el adiestramiento para finalmente zarpar en 1956.

La cosa está en que para 1956, para su supuesta despedida, Julio José ya laboraba en Pachuca y no como director de un medio, sino como mero empleado de uno.

La cereza en el pastel es que pese a su poca estadía en el país, El “Che” no dejó pasar la oportunidad de criticar la política de Adolfo Ruíz Cortínes entre sus cercanos, pero cuando Julio José publicó el primer número de su semanario, alabó a su sucesor Adolfo López Mateos… a lo mejor los nietos creyeron que su abuelo iniciaría una revolución, en Pachuca, embelesando al priísta hasta asfixiarlo.

Incluso hay una historia graciosa sobre el Washington Post, pero simplemente la dejamos de lado no por ridícula, sino porque ¿quién en su sano juicio -o que sepa de periodismo-, le considera un medio de izquierda y de lucha social?

Lo que sí es cierto, es que gracias a El Nuevo Gráfico se acuñó la frase “Culto y caballeroso”, la cual sigue siendo usada por algunos periodistas -estos sí-, contemporáneos.

Y es que con todo y sus limitantes en la redacción, con todo y sus limitantes en la confusión de géneros periodísticos, había ediciones en las que Julio José trataba de golpear a un funcionario, para que luego de visitarle y ponerse de acuerdo, en el número siguiente se le describiera justamente como “Culto y caballeroso”.

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