En Busca del Ciudadano
Enrique López Rivera
En lo que parece otra ocurrencia legislativa, el diputado local Rafael Garnica Alonso, impulsa una iniciativa que tiene como fin declarar las peleas de gallos como patrimonio cultural en el estado de Hidalgo.
El particular tiene al menos dos aristas. Por un lado, hay una ’justificable razón económica’ de regular esta actividad para impedir las peleas clandestinas donde existe una considerable derrama que estimula la economía de algunos municipios y comunidades del estado de Hidalgo.
Siguiendo esta línea, al ser una actividad que supuestamente consolida nuestras tradiciones culturales, el estado podría promover el turismo de esta índole y tratar de estimular esa actividad empresarial e industrial en algunas regiones.
Pero por otro lado y quizá este es el punto más sensible, representa un atrevimiento considerar esta actividad como patrimonio cultural. Ahí existen varios desacuerdos. De verdad, ¿las peleas de gallos son parte de nuestras tradiciones y patrimonio cultural?
Vale la pena hacer una reflexión al respecto. En México, las peleas de gallos han sido consideradas "tradición", pero si se toma en cuenta que tradición es definida como ’aquellos acuerdos que una comunidad considera dignos de constituirse como una parte integral de sus usos y costumbres que considera valiosas y dignas de ser mantenidas y propagadas hacia las nuevas generaciones’, no se justifica la pertinencia de aquella actividad.
A simple vista no se sabe cuál pudiera ser la construcción valiosa e integral para heredarle a las nuevas generaciones a través de una pelea de gallos. Por el contrario, aquellas son un ejemplo de ’cosificación’ del trato del ser humano hacia los animales. Es decir, tratar a los animales como una ’cosa’ u ’objeto’ de uso, entretenimiento y hasta lucro, concibiéndolos dentro de una escala inferior que la raza humana.
Dicho en breve, el interés empresarial no es cultura. No se justifica, por tanto otorgar un rango cultural a una forma de violencia animal innecesaria que trae consigo sufrimiento y muerte de los gallos, considerados como objetos de entretenimiento social; mientras que en el plano psicológico y social, la asistencia este tipo de espectáculos tiene un impacto negativo al desarrollo psicosocial de los seres humanos, mismo que conlleva al arraigo de la idea de la violencia y sufrimiento como un fenómeno correcto, divertido o una forma más de entretenimiento. Aunado a que estos eventos están relacionados frecuentemente con apuestas y delincuencia organizada.
Hay que recordarles a los legisladores hidalguenses que no todas las actividades que se realizan en nombre de la cultura son dignas de arraigarse en la sociedad. Por ejemplo, en África aún se considera tradición la mutilación genital de las mujeres, por tanto, no todas las "tradiciones" pueden ser defendidas y mantenidas en la actualidad.
Y aunque la comisión de legislación y puntos constitucionales del Congreso de Hidalgo aprobó en días pasados que las peleas de gallos sean consideradas patrimonio cultural inmaterial de la entidad, todavía falta que sea sometida a la votación del pleno.
Ahí podremos ver si los legisladores hidalguenses realizan una ecuación amañada y tramposa de considerar las peleas de gallos como patrimonio cultural con tal de beneficiar el aspecto económico de dicha actividad; o si bien, tratan de regularizar dicha actividad desde su natural aspecto empresarial.