Jorge Luis Bautista
Los vicios ocultos en las obras y servicios públicos abundan ahí donde gobiernan los corruptos. Y peor aún, cuando las fronteras entre los políticos y los constructores/prestadores de servicios/proveedores se pierde, de lejos o de cerca se miran como la misma basura.
Añoro mis tiempos de servidor público en gobierno federal hace casi tres décadas. En aquel entonces, la planeación, la programación y presupuestación, la ejecución y seguimiento, así como la entrega/recepción física y administrativa, incluía la verificación de la satisfacción de los beneficiarios, es decir el impacto social y ecológico.
En cambio hoy, a pesar de tener tecnología como para establecer una bitácora digital y subida a la nube, para que en tiempo real, cualquier mexicano pueda revisar avances o retrocesos, transparencia u opacidad, decencia o indecencia.
El exceso de inversión en la capital (Pachuca) es la causa del repudio a la clase política urbana.
Y la paradoja es que, son tan brutos y ambiciosos, que están quedando mal con los dos. Los rurales los aborrecemos con odio jarocho por el eterno abandono y los urbanos, nomás vele, se mofan de sus ’ingenieros’ y de la falta de capacidad de los que están aplastadotes detrás de un escritorio.
Insisto. Existimos una generación que vivimos estás dos fases, que nos está matando de angustia y coraje por ver tanta incapacidad y valemadrismo en la clase política sin clase y sin madre.
¡Y que no salgan que es grilla! Que reconozcan que su arribo y sostenimiento en el poder pasó por la obligada cerrada de oportunidades para los que sí sabemos gobernar y desarrollar a nuestros municipios y localidades.
Y una evidencia de la veracidad de esto, radica en qué varios exalcaldes o exservidores públicos, vivimos en la modesta medianía y acumulamos satisfacciones y no dinero robado.