La Hoguera
Emmanuel Ameth
Acostumbrados a estirar la mano para cubrir sus necesidades y limitando su paso por el mundo con el raquítico reconocimiento en convivios por la mención de sus progenitores -como si fuera motivo de orgullo-, a los Juanpa’s se les designó una misión, que para variar hicieron mal.
No es que tuvieran el mejor ejemplo para alcanzar el éxito.
Uno de los Juanpa, ya se creía hijo de la próxima gobernadora en Hidalgo y el otro Juanpa, hijo de la próxima presidenta de México. En ambos casos, sus mamás perdieron por más de 30 puntos y la derrota fue tan grande, que incluso no fueron capaces de detener la mayoría calificada de Morena, esto es, que no alcanzaron ni una tercera parte de los sufragios en urnas.
Y como su formación es mínima y jamás desarrollaron sentido crítico, simplemente asintieron cuando se les comunicó que había que tomar el Senado.
Pero como uno de ellos a su corta edad ya se había convertido en un impresentable, se le pidió mandar a los suyos pero no hacer acto de presencia, delegándole el manejo de las redes, no vaya a ser que llegara ebrio y fuera motivo de otro escándalo.
Y llegó su catarsis.
De pronto se vieron en la necesidad de manifestarse, de codearse con personas a quienes nunca vieron como sus iguales, de hacer algo, pues.
Al ser una experiencia nueva, incluso uno de ellos se tomaba fotos, exudando mezquindad. Al fin que como del otro lado tenían un gobierno permisivo y no uno represor, como el que apoyaron sus progenitores, no pasaba de ser una simple travesura que para efectos de pláticas de bacanal se convertirá en hazaña.
Lo anterior no quita sin embargo, que por un momento sintieron sus privilegios amenazados, ya no veían su vida resuelta y su futuro más bien sería gris y sin mayores exabruptos, así fuese ello una mera ilusión y así durase la sensación tan solo un par de minutos.
Pero no se les puede pedir más.
Podrán atender decenas de negocios familiares y estirar la permisividad de su juventud hasta bien entrados los 40 o los 50, pero desarrollarse en el ámbito político ya no es una opción para ellos. Porque lo que alguna vez fue un gran impulso, ser hijos de quien son, hoy se convierte en un lastre. Podrán tener bienestar económico, pero no volverán a sentir el poder.