Este viernes el presidente de Chile, Gabriel Boric asumió la Presidencia de Chile durante una solemne ceremonia en la ciudad costera de Valparaíso, donde acudieron parlamentarios de todos los partidos y representantes de jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo.
En las pasadas elecciones en Chile presentaron asistencia histórica, donde votaron 8,3 millones de personas de 15.030.974 electores habilitados para votar, lo que equivale al 55% del censo nacional, el candidato Gabriel Boric del Partido Comunista obtuvo 55,8% de los votos, frente al 44,13% del candidato de extrema derecha.
En el Salón de Honor del Senado, el nuevo presidente de la cámara, el socialista Álvaro Elizalde, le puso la banda presidencial a Boric, quien con apenas 36 años se convierte en el mandatario más joven de la historia del país, reemplazando al derechista Sebastián Piñera.
Fiel a su estilo, llegó sin corbata a una de las ceremonias más simbólicas de Chile. Las dos veces que juró como diputado -en 2014 y 2018- tampoco la había usado.
En el salón había unas 500 personas, la mitad de su capacidad para respetar los aforos impuestos por los protocolos sanitarios por la pandemia, en un país en el que el 76 por ciento de la población tiene una o dos dosis de refuerzo.
En el evento estuvieron presentes los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, el mandatario de Perú y representantes de al menos 42 países.
Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente López Obrador, asistió a la investidura de Gabriel Boric en representación del gobierno de México.
El izquierdista Gabriel Boric prometió impulsar mejoras sociales y disminuir la desigualdad de la mano de un gabinete en el que predominan las mujeres, compuesto por 14 mujeres y 10 hombres con el que buscará inaugurar lo que ha denominado un “gobierno feminista”.
Boric afirmó que “vamos a expandir los derechos sociales y lo haremos con responsabilidad fiscal”. También advirtió que “los cambios los vamos a tener que hacer paso a paso, porque si no el riesgo de retroceder es demasiado grande”.
El nuevo presidente para el período 2022-2026, acompañado de la primera dama Irina Karamanos, ofrecerán una recepción a los invitados al cambio de mando para regresar al atardecer a la sede de gobierno en Santiago, desde donde dirigirá un tradicional mensaje a los chilenos.
Boric llega al cargo enfrentándose a una desaceleración económica, una alta inflación y un Congreso dividido que pondrá a prueba su capacidad de negociación para impulsar reformas en salud y pensiones, al tiempo que soporta la regulación ambiental.
“Chile tuvo tres revoluciones en 16 años (1964-1980): la revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva, la revolución socialista de Salvador Allende y la capitalista de Augusto Pinochet y los Chicago Boys. Y el país no lo resistió”, advierte el exsenador democristiano Ignacio Walker. Por eso, dice, “es de esperar que se entienda que los Gobiernos no parten de cero y que tienen que buscar un equilibrio de continuidad y cambio”. “Esa es la lógica del reformismo gradualista, que es lo propio de la democracia”, asegura Walker, canciller durante el Gobierno de Ricardo Lagos.
Analistas coinciden en que el gobierno de Boric partirá con muchas presiones populares y una ciudadanía más empoderada tras el estallido social de 2019 que podría no estar dispuesta a esperar por varios de los cambios prometidos.
El cambio de paradigma político en Chile está directamente relacionado con la revuelta popular de octubre de 2019, que cambió al país. La izquierda y la centroizquierda responsabilizan a Piñera por la represión a partir de las manifestaciones que estallaron en octubre de 2019. Unas 460 personas tienen lesiones oculares o perdieron la vista en esas semanas que dejaron 34 muertos y más de 2.000 heridos.
Tres semanas después de que comenzaran las masivas protestas de octubre de 2019 en Chile, Gabriel Boric —junto a otros políticos de distintas tendencias— firmó un acuerdo para cambiar la Constitución que actualmente rige en el país y que es herencia del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990).
Su participación no estuvo exenta de polémicas pues lo hizo a título personal y sin el apoyo de su propio partido, Convergencia Social.
Desde entonces, el ahora presidente es visto como un importante promotor de un proceso que fue considerado como una "salida institucional" a la crisis.Con información de EL FINANCIERO
