EDITORIAL
EDITORIAL
De entre todas las postulaciones realizadas por la Sosa Nostra en los próximos comicios a través del PT, que son un centenar, solamente en un caso pueden llamarse ’competitivos’ y se trata de la candidatura de Cipriano Charrez, quien tiene su propio grupo y apenas mantiene una alianza temporal con los universitarios.
Ninguno de los exrectores de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), llámese Veras Godoy o Pontigo Loyola, se acercan siquiera al segundo lugar en la contienda, pese a que serían sus cartas ’más fuertes’.
Su perfil mejor posicionado, el diputado presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del Estado Osiris Leines, buscará una elección que perderá holgadamente.
Su líder, Gerardo Sosa Castelán, si bien sigue despachando, lo hace bajo la figura de prisión domiciliaria.
La misma UAEH es una bomba de tiempo que en cualquier momento podría expulsarlos y su rector Octavio Castillo es un impresentable que avienta gasolina donde hay fuego.
Las Sosa Nostra regresará a su realidad.
Tras haberse aliado con Morena en la entidad, tuvo acceso a diversos espacios gracias a la marea guinga, pero ahora que competirán solos quedarán desnudados como lo que siempre fueron: un grupo de oportunistas que no supieron construir estructuras y que disimularon músculo mediante el corporativismo de regentear el alma mater de Hidalgo.
Con el fracaso monumental que se avecina y con perfiles que se quedaron con una ideología del siglo pasado, sin un relevo generacional -porque ninguno de sus jóvenes es particularmente destacado-, sólo les queda esperar que su avanzado estado de descomposición no les cause asco entre ellos mismos, si no es que la cárcel se le atraviesa antes a varios de sus líderes.