La Cuarta Transformación tuvo un efecto colateral que sacó a millones de mexicanos de la pobreza. Y es que ya no es una mera cuestión de ingreso el ser o no un ’fifí’ sino que incluso siendo operador de chalequito rojo, es posible pertenecer a dicha categoría.
Lo anterior, derivado de las nuevas disposiciones para catalogar a la población, toda vez que basta ser AntiAMLO y/o decir a los demás ’chairo’ para convertirse en un ’fifí’ e inmediatamente dejar la pobreza (material).
Las reglas eran muy claras.
Antes, la ’Mafia del poder’ estaba conformada por aquellos que salen en la revista Forbes, que a su vez eran cabeza de las 100 familias más poderosas del país y que a su vez eran parte de los 570 mexicanos milmillonarios.
En el siguiente escalón de fifís, se encontraban políticos de trascendencia nacional, caciques así como propietarios de PYMES (no mipymes) y/o aquellos que integraban las familias de los referidos anteriormente. Hasta aquí llegaban los fifís.
Luego existían los clasemedieros, entre los que se encontraban propietarios de microempresas, políticos locales y directivos de empresas (sin ser accionistas) para posteriormente tener a los chairos, que concentraban a 95 de cada 100 mexicanos al incluir a los pobres, los vulnerables, así como aquellos no pobres y no vulnerables (que cubren sus necesidades básicas) pero que tampoco son fifís ni clasemedieros.
En adelante, sin importar que el ingreso sea menor a un millón de pesos mensuales o incluso si se mide en salarios mínimos de un solo dígito, todos aquellos que digan chairo a otro serán considerados fifís, indicador que colocaría -teóricamente- a México muy por encima de las naciones nórdicas.