La Hoguera
Emmanuel Ameth
Los últimos clavos que le faltan al ataúd del PRI fueron puestos por su misma Asamblea Nacional, quienes el día de ayer aprobaron la reforma a los estatutos que les permite reelegir a su dirigencia hasta por dos periodos más, un traje hecho a la medida de Alito Moreno y Carolina Viggiano, quienes serán sepultureros del partidazo pero no se irán hasta aprovecharse de la última prerrogativa que dejen, tal como hizo Jesús Zambrano con el PRD.
Porque fieles a su oportunismo y presumiendo la decadencia que los acerca al basurero de la historia, los delegados no chistaron en renunciar a sus principios fundacionales como el de la ’No reelección’ con tal de obtener un beneficio a cambio, a saber, perpetuarse junto con Alito y Carolina hasta que a alguno de ellos les toque apagar la luz.
Se vienen ’años a la Hidalgo’ donde lo de menos será el de presentar perfiles competitivos para la contienda y ya no se diga el de plantearse un cambio para su subsistencia, pues ahora la encomienda es exprimir lo que queda hasta que el presupuesto les sea negado por falta de registro.
Porque por más nefasta que sea la dirigencia, desmantelar al PRI es una labor titánica que si bien se ha visto impulsada por décadas de desinterés hacia el ciudadano, fue reforzada por cada estructura y cada territorial que aún queda allí, pues no es que sean menos infames que sus líderes, simplemente su menor importancia les brinda menos reflectores.
El PRI ya había traicionado su esencia de centro izquierda cuando decidió virar hacia el neoliberanismo salinista, provocando la primera escisión que después conformó al PRD; después, ese partido, hoy extinto, cometió el mismo error para que surgiera Morena. Prefieren anteponer el beneficio personal que reinventarse para ofrecer lo que el ciudadano quiere.
Y no es que antes hayan sido mejores.
La gran diferencia de los impresentables de antes con los de ahora es que actualmente se encuentran sumisos, de manera abierta, hacia el poder fáctico empresarial, representado ello en la sumisión a Claudio X. y al mismo PAN.
Lo único que les faltaba traicionar era su principio de no reelección pero siempre se ha sabido que si tuvieran madre, también la venderían.
Y es que tener la peor dirigencia de su historia y conseguir los peores resultados electorales que hayan padecido jamás es una labor titánica que no podría ser hecha simplemente por un par de personajes, sino que se requiere de una labor conjunta y coordinada de brigadas de incapaces.
Carolina y Alito conseguirán lo que los mexicanos libres soñaron por décadas: desaparecer al partidazo. Pero lejos de ser recordados como héroes nacionales, pasarán como la muestra más fiel y estricta de su decadencia que no podía llevarlos a otro destino que no fuera su extinción.