Una década inolvidable: los sesentas

Una década inolvidable: los sesentas


Derechos Humanos
Octubre 16, 2018 02:29 hrs.
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Elvira Hernández Carballido › Emmanuel Ameth Noticias

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1960 a 1969, una década llena de Música y testimonios, vidas y muertes, retos y sueños, días de colores y noches brillantes, héroes anónimos y heroínas cotidianas, mitos vivientes y leyendas humanas.

Playa Girón marcó el primer triunfo de las utopías socialistas. Esta defensa heroica y este ataque torpe hizo posible preguntar a los poetas, a los músicos y a los historiadores qué tipo de adjetivos, de armonías y de verdades se deben atrapar para respetar fronteras y reconocer el triunfo de una isla que pese a todo sigue creyendo en sí misma como la fue en ese entonces la Cuba de Fidel Castro que impidió una invasión gringa en 1961.

Un año después Jacqueline Kennedy intentaba huir de su realidad cuando su esposo, el presidente de Estados Unidos fue asesinado. Otra muerte enlutó al mundo en 1963, la de Malcom X. En 1967 consternados y rabiosos recibimos la noticia del asesinato del Che Guevara. Y la gente no acababa de secar su llanto cuando otro hombre era asesinado: Martin Luther King.

Pero esta misma década no solamente fue testigo de muertes dolorosas y que marcaron a la época de impotencia, pero también de evocaciones llenas de amor, solidaridad y dignidad.

Esta época también trajo ritmo, canciones inolvidables y tonos llenos de vida. Resulta inevitable mencionar a ese cuarteto de Liverpool, John, Paul, George y Ringo. Lennon. Desde la inocencia de Love me Do hasta la sacudida con Sargento Pimienta. Desde la certeza de ’No puedes comprar amor’ hasta el presentimiento de ’Un día en la vida’.

Dos voces femeninas representaron a las mujeres que nacían y morían al ritmo de los sesentas. La primera fue Joan Báez, cantante de protesta por absoluta convicción. La otra fue Janis Joplin. Escucharla significaba perder el aliento y perderse en espirales sicodélicas, genuinas y vehementes.

Y la juventud apostó para llevar a la imaginación al poder, para crear una señal de paz y amor, pero el mundo adulto no toleró esas expresiones y, por lo menos en México, la respuesta fue criminal. El 2 de octubre de 1968, en la unidad habitacional de Tlatelolco el ejército mexicano asesinó a sus jóvenes. La periodista italiana Oriana Fallaci dio su testimonio: Estaba tirada boca abajo en el suelo. Cubrí mi cabeza con mi bolsa para protegerme de las esquirlas. Un policía apuntó su pistola a unos centímetros de mi cabeza: ’No se mueva.’ Yo veía las balas incrustarse en el piso de la terraza. También vi cómo la policía arrastraba de los cabellos a estudiantes y los arrestaban. Vi a muchos heridos, mucha sangre, hasta que me hirieron a mí y permanecí tirada en un charco de mi propia Sangre. Un estudiante junto a mí repetía: ’Valor Oriana, valor.’

1968, justo en este 2018 se evoca y se conmemoran los 50 años de una lucha, de un movimiento, de una juventud, que no se olvida, bien evocó la poeta Rosario Castellanos: La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen. Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche para que nadie viera la mano que empuñaba el arma, sino sólo su efecto de relámpago. Y a esa luz, breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata? ¿Quiénes los que agonizan, los que mueren? ¿Los que huyen sin zapatos? ¿Los que van a caer en el pozo de una cárcel? ¿Los que se pudren en el hospital? ¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto? ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.

La década de los sesenta, una década inolvidable.

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