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Turbulencia

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Febrero 20, 2019 03:14 hrs.
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Samuel Schmidt › Emmanuel Ameth Noticias

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Cuando una pareja empieza una relación se activan sustancias químicas que impactan el sistema de la noradenadrina que causa el sentido de alegría, vivacidad y nervios, o sea sensaciones placenteras, mucha gente siente esto en el estómago. Esta sustancia se modifica con el tiempo, sin que haya un período específico aunque hay quién considera que dura un año y medio. Llega cierto momento en que esas sensaciones dan lugar a otro estadio y la relación se acomoda en términos distintos a los de su inicio.

Podríamos extender el análisis a la política, especialmente a la llegada de un nuevo gobierno que afecta las sensaciones despertando expectativas, aunque al contrario del enamoramiento, genera sensaciones positivas y negativas, las que con el tiempo tienden a disiparse o transformarse, para convertirse en nuevas posturas, por ejemplo de apoyo u oposición. Tal vez de ahí viene la noción de los 100 días, como período de tolerancia de la prensa y que la gente le da el beneficio de la duda al nuevo gobierno para medir su desempeño inicial, ¿será que esos días sean suficientes para atemperar el cariño, lealtad u odio político?

De ahí posiblemente también venga la explicación que sostiene que el cambio de gobierno genera una condición en la cual se pueden hacer transformaciones radicales porque la gente estaría predispuesta a aceptar grandes decisiones, que en principio mostrarían la marca del recién llegado y las cosas que ofreció hacer.

Con AMLO los cien días no se cumplieron con cierto sector que continuó su negatividad desplegada desde la campaña presidencial, algunos incluso, desde hace doce años cuando pagaron o compraron la campaña negativa que trataba de frenar su llegada al poder.

Dentro de los que lo apoyaron parece estarse desarrollando una postura de asunción de haber adquirido cierto poder (empowerment en inglés mal traducido como empoderamiento) y quisieran ver cambios más acelerados, algunos quisieran cambios más radicales. Así que la postura de los opositores sumada a las acciones de los que sienten haber recuperado poder está generando turbulencia. Algo se muestra en las redes sociales.

La oligarquía asociada con intereses internacionales está presionando para debilitar al gobierno. Esto se muestra con las descalificaciones de bancos internacionales y ciertas empresas calificadoras que alertan en contra de todo lo que haga el gobierno. Si actúa frente al robo de petróleo lo hace mal y a destiempo, si trabaja para rescatar a PEMEX sus acciones son insuficientes, lo interesante es que la descalificación se emite tan pronto el gobierno declara, no esperan siquiera a ver los primeros resultados, ya ni que decir sobre su silencio mientras se quebraba a PEMEX para desmantelarlo.

En otro extremo social encontramos el estallamiento de conflictos en sectores que estaban aplacados debido a la represión y la corrupción, un caso son huelgas en empresas dónde los obreros llevan décadas de malos salarios y pocas prestaciones, así como centros educativos que parecen no estar dispuestos a someterse al castigo salarial y criterios economicistas que deterioraron la calidad de vida de los trabajadores de la educación; otro caso, que ya se había presentado son linchamientos como respuesta a las complicidades de las autoridades policiacas con los criminales que tienen sobajadas a muchas comunidades.

Para ninguno de estos dos polos hay cien días. La oligarquía continua su campaña buscando desestabilizar al gobierno, y no le importa el incremento creciente en los índices de aceptación presidencial; la sociedad agraviada parece no tener tiempo de esperar a que el gobierno pueda neutralizar a los criminales o hacer avanzar el sistema legal que imparta justicia.

Los gobiernos tienen diversas maneras de manejar la turbulencia. Actualmente el acceso a internet otorga avenidas de crítica, presión y apoyo, exige esfuerzos de transparencia y reacciones ágiles e inteligentes, mientras que el gobierno tiene que actuar con rapidez frente a la condición ruinosa en que recibió al país, así como contrarrestar las medidas de presión ejercidas por los que se resisten a perder privilegios y que participaron del saqueo del país; y tiene que actuar frente al desbordamiento político, un caso emblemático fue el del bloqueo ferroviario por grupos de maestros: la oligarquía y la derecha exigían mano dura para terminar el conflicto, el gobierno tenía que demostrar que la represión no sería su marca, la solución fue lenta, complicada y dolorosa para muchos.

México requiere un cambio radical acelerado y lo mejor sería que el gobierno lo hiciera con un consenso casi unánime, pero todo muestra que no será así, habrá fuertes resistencias y mayores riesgos de turbulencia, ya veremos hasta dónde el nuevo gobierno puede atemperar y neutralizar a las fuerzas desestabilizadoras mientras avanzamos hacia los 100 días.

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