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Corrupción y neoliberalismo

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Política
Febrero 10, 2019 23:44 hrs.
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Samuel Schmidt › Emmanuel Ameth Noticias

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Una parte central del discurso de la senadora Elizabeth Warren con el que anunció su campaña presidencial se centró en la corrupción y aclaró que el actual gobierno es muy corrupto. Tal vez se quedó corta.

En la política estadounidense hay una suerte de puerta giratoria que lleva a los políticos del gobierno a despachos de abogados y también a empresas financieras, eso explica la protección que reciben las grandes empresas y conglomerados y la facilidad para comprar legisladores y políticos.

Desde la llegada de Trump al poder esto parece haber adquirido nuevas dimensiones. Muchos de los secretarios del gabinete son millonarios y otros funcionarios deberán convencer a las bases del partido para que los nominen (Pompeo quiere ser senador), cosa que parece poco probable, porque ya la marca Trump parece estar quemada en la política. El deseo de crear una dinastía dónde Trump se reelija para que luego lo siga su hija Ivanka, parece ser más bien un sueño guajiro que una realidad política. Un factor que los afectará será el resultado de las investigaciones que buscan destapar los actos de corrupción, destaca la iniciada revisión de los gastos de las ceremonias de toma de posesión que parece un dardo envenenado al corazón del apetito de riqueza enorme de los Trump los que pensaron que podían enterrar sus abusos desde la presidencia.

El neoliberalismo propicia dos fenómenos: un empobrecimiento generalizado que ha llevado por ejemplo a que empleados federales en Estados Unidos vivan al día y que aumente el número de personas que requieren de asistencia gubernamental y que no puedan tener acceso al sistema de salud; el otro proceso es un enriquecimiento fenomenal que concentra la riqueza en el 0.1% de la población, la que se rodea de lujos escandalosos mientras sus empleados batallan para sobrevivir. Podríamos hablar de los clubes de golf de Trump para mostrar la explotación de trabajadores indocumentados.

Ese enriquecimiento se acompaña con corrupción, al grado que se sospecha que muchos donantes para la ceremonia de toma de posesión lo hicieron como garantía de acceso al poder, o sea que compraron influencia, lo que es un delito.

El neoliberalismo también implica un aumento delincuencial, ya sea que crezcan los grupos criminales, que se asocien al gobierno, o que los políticos le otorguen aquiescencia al crimen o a las acciones ilegales de empresarios. El maridaje entre empresas y delito anuncia degradación moral y política, porque los políticos comprados se niegan a perseguir al crimen con todo el peso de la ley (esto puede estar en la mira de la investigación sobre la trama rusa en 2016).

En el caso mexicano hay una paradoja y es que el avance de la democracia electoral propició un aumento espectacular en la corrupción. Desde la llegada al poder del PAN los políticos se dieron a la tarea de enriquecerse para enfrentar la incertidumbre de la salida del poder. Ni siquiera el fraude electoral garantiza permanencia y carreras de largo alcance. Esto se agravó con el regreso del PRI al poder, porque los políticos y empresarios que los acompañan parecieron llegar con el ánimo de saquear al país, aunque por lo que toca a la industria energética ya desde Salinas los funcionarios operaron para volverse dueños/socios/empleados de los negocios que se abrían. Así es como entendieron a la globalización. Decidieron ser parte de la privatización y por eso con desparpajo pasaron a ser empleados o socios de las empresas que favorecieron.

Se cumplió el mismo ciclo que en Estados Unidos. La pobreza creció; aunque se produjo una enorme riqueza ésta se concentró en unas cuántas manos, tal vez en menos que en Estados Unidos y la asociación con el crimen produjo un río de sangre que no termina de fluir, el huachicol sería suficiente como ejemplo, pero hay muchos más.

Por eso es correcta la postura de insistir en el crecimiento económico y compartir sus beneficios con las grandes mayorías, esto le cierra algunas puertas al crimen, el siguiente paso será moralizar al sector público y propiciar una sociedad fuerte y politizada que sepa exigir cuentas. Queda pendiente desmantelar el andamiaje criminal que arrasa con la sociedad y que es una hidra de mil cabezas, para eso se requiere una sociedad atenta y un gobierno limpio, tareas no fáciles de lograr.



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